5 horas 58 minutos del 4 de Junio de 2017.Llevamos en batalla mas de 21 horas. Por el camino nos ha caído el sol encima, nos ha llovido, nos ha granizado y nos hemos perdido 2 veces sumándole 8 kilómetros extra a unas piernas de alambre. Los pies de Rubén parecen haber pisado una mina de la Segunda Guerra Mundial  y Robert avanzaba como un autómata desde hace varias horas.

Estoy sentado en una piedra grande que forma parte de una valla del parque infantil que hay en la parte baja de Lozoya, a unos 700 metros de meta de la Intermon Oxfam Trailwalker 2017. Alex se vuelve a doblar sobre sí mismo para tocarse los pies con gesto de dolor. Va haciéndolo sistemáticamente cada vez que nos paramos a reagruparnos. Levanto la vista. Los frontales de Rubén y Robert se ven a unos 40 metros.  Tengo los pies tremendamente doloridos, una uña de luto, la voz perdida y hace ya más de 4 horas que lo único que quiere mi cuerpo es caldo caliente y pararse.

De repente sonrió, levanto la vista, y le disparo a bocajarro a Alex:

¿Por qué lo hacemos?

La pregunta le impacta en el pecho y le rebota en la cabeza. Me mira desorientado y me interroga con la mirada. ¿Por qué hacemos esto? Míranos, estamos hechos mierda. Tú y yo hemos estado así antes y hemos vuelto a hacerlo. ¿Cuál es la razón? Empieza a moverse en círculos inquieto, divagando. Lo he dejado aún más aturdido que las casi 21 horas que llevamos avanzando. Sugiere que para poder contar historias pero el argumento se le cae de los bolsillos de su mochila Salomon 12 litros rápidamente y lo desecha. Sabe como yo que si tuviéramos que firmar una cláusula de confidencialidad y no contárselo a nadie nos alistaríamos sin dudar.

Contarlo después no puede ser un fin, a veces ni siquiera es un medio.

Sigo sin tener respuesta. Supongo que dentro de unos meses en otra madrugada me volverá a asaltar la misma pregunta. ¿Por qué?

Durante toda la Trailwalker la organización trato de darnos un motivo con carteles como este.